A propósito de la dación de la Ley del Concejal Joven, es necesario hacer algunas apreciaciones que nos permitan ver el panorama actual y real de las cosas en el país. Dicha ley ha merecido el apoyo de la gran mayoría de ciudadanos, quienes ven en ella, la esperanza de un recambio generacional tan ansiado en la política peruana.
Sin embargo la cosa no es tanto como parece. La juventud actual, entendida como las personas entre 18 y 30 años, ha crecido durante la década corrupta de Fujimori y el quinquenio dilapidador de Toledo. Es decir, no han tenido a la vista buenas normas de conducta política que imitar. Se nutrieron de los vladivideos, la destrucción del Estado y el envilecimiento de la clase política, y aunque esto fue un buen aliciente para salir a las calles y cambiar dicha situación, los resultados fueron las frivolidades de Toledo, los jugosos sueldos y los gastos operativos y de instalación.
Esta generación de jóvenes no conocen la oratoria parlamentaria de un Cornejo Chávez, la sapiencia de un Luis Alberto Sánchez ni los dotes polemistas de un Manuel Ulloa, por citar solo a tres. Por el contrario, han sido testigos de la angurria de la Chuquival, de los gestos de Olivera y de los ronquidos de la Hildebrandt. Los jóvenes necesitan líderes que los dirijan y vean en ellos personas dignas de imitar. No quiero pecar de mezquino pero no veo a nadie en la escena política actual como ejemplo a seguir, pues el político necesita tener vocación de servicio ante todo, como lo tuvieron José Carlos Mariategui ó Haya de la Torre, quien llego a cobrar un sol mensual por su trabajo en la Constituyente del 78. Ahora lastimosamente se ve a la política como una manera de enriquecimiento rápido, ascenso social y acumulación de poder.
Creo que dicha Ley persigue fines muy positivos, porque de lo que se trata es de llevar a los mejores jóvenes a la vida política y sean ellos los conductores del país, pero dada las circunstancias actuales, es difícil que se cumplan tales objetivos al corto plazo. Primero se debió eliminar todos los beneficios de la casta que nos gobierna y adecentar la práctica política, para que el joven cambie la imagen que tiene de ella. A partir de allí, ver a la política como un acto de servicio a sus semejantes, de tal manera que permita captar solo a los jóvenes con esas inquietudes, aunque esto signifique sacrificio y esfuerzo que se deberán de hacer, pero la recompensa será un país mejor y más organizado en camino a su desarrollo integral.
La norma ya esta dada y a los peruanos nos queda solo confiar que los partidos políticos elijan a sus mejores representantes juveniles, para que así, ellos se conviertan en ejemplo para sus congéneres y llenen el vacío de liderazgo que nos ha dejado la actual clase política.
(Publicado el 24 de Agosto del 2006)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario