miércoles, febrero 08, 2017

UNA HISTORIA EN LONDRES...Y OTRA EN TRIPOLI (Como Gadafi llegó al poder y la estrategia para sus primeras accciones)

En un viejo barrio de Londres, cuatro jóvenes llegan al club de los "Ambassadeurs", frecuentado como restaurant famoso y también como sala de juego en el piso superior. Después de cenar, los jòvenes, que disfrutaban de una de sus raras noches de permiso durante su estancia en los mejores campos de instrucción del ejercito británico, subieron al primer piso para observar el espectáculo. El mas joven, extraño y robusto, se acercó a una de las mesas de juego y señalando a uno de los jugadores le dijo a su amigo: "He visto a ese hombre en alguna parte, ¿Quien es? ¿Y con quien juega?". El hombre al que había reconocido, jugaba con pasión fuertes cantidades con un armador griego, al punto que en una hora perdió medio millón de dólares de aquella época. Finalmente el joven árabe consiguió identificarlo: era el consejero personal del rey Idriss. El soldado se quedo helado, convertido en estatua rígida, sin asimilar lo que véia a dos metros, aquellas manos, aquellos billetes, aquella embriaguez del juego, aquel vértigo. Su compañero (el jeque Ahmed al Abah de Omán, quien es el que cuenta la historia), quiso arrancarlo de allí, a que tome aire, pero el se negó diciéndole en voz baja:"Deja que siga observando...¡¡¡Mira lo que hacen con todo el oro que nos roban!!!". En aquel momento el capitán Muamar el Gadafi sintió sobre su hombro la mano del destino. Regresó al reino de Idriss y a su tienda militar, dedicando largas horas a la lectura y a prepararse para seguir sin vacilaciones lo que le inspiraría el profeta Mahoma.
Ya en Trìpoli, luego de haber tenido a cargo la guardia que rendiría honores a los invitados del rey Idriss durante la inauguración del mas moderno oleoducto de Africa del norte, ceremonia con Cadillacs, Rolls-Royces, bufete abierto, champagne francés, obsequios recíprocos y encantadoras azafatas venidas ex profeso de Italia, Gadafi reúne a sus mas íntimos compañeros de armas y toman la decisión: en la próxima ocasión que se presente...
El 1 de Septiembre de 1969, hallándose el rey y su corte en Turquía, Gadafi, de solo 27 años, lanza la orden de apoderarse de los puestos de mando esenciales, de los ministerios, de las administraciones claves, de la central eléctrica de Trípoli y de los generales que opusieran resistencia. No hubo ninguna, todo terminó en pocas horas. Al amanecer anuncia el destronamiento del rey y la abolición de su régimen. Nombra un Consejo de la Revolución que el preside y es ayudado por su mas íntimo amigo, el Comandante Abdesalam Jalud, precioso aliado, que conoce perfectamente como se mueven las palancas del poder y con buenas relaciones en la clase dirigente de los medios libios y occidentales.
Después de consultar con Jalud, lanza su gran operación: Intima publicamente al ejército norteamericano para que evacúe sin dilación la base aérea de Wheelus Airfield y que todos sus hombres abandonen el país. El suspenso es enorme, nadie cree en la capitulación de América. Por lo demás, la base es inexpugnable y la Sexta Flota navegaba ya hacia la costa libia. Mientras, el rey de Arabia recibe en Riad a un enviado del rey Idriss, quien solicita el consejo y el apoyo para recuperar el trono. Faisal responde "Que no se inquiete demasiado. Pronto podrá volver. Al atacar a los norteamericanos, estos jóvenes han ido muy lejos". Pero esta vez Faisal se equivoca. Las profundas heridas abiertas en el corazón de los pueblos árabes y el odio a Occidente, marcaron a los libios como a los demás. La cólera popular, las manifestaciones multitudinarias en las calles, el avance de hombres, mujeres y niños en dirección a la base de Wheelus Airfield, no engañaban. En 1970 ya no se podía recurrir a la intriga o a la fuerza salvo exponiéndose a graves peligros. Los expertos del Departamento de Estado escuchan a su lider James Akins y siguiendo sus apremiantes consejos, la Casa Blanca da la orden de desocupar la base milkitar de Libia...esperando salvar el petróleo. Dos semanas mas, unas cuantas algaradas y el gobierno británico siguió, a regañadientas, el ejemplo. Gadafi había ganado y dió las gracias, humildemente y en público, a Mahoma, el profeta y a Nasser, su inspirador.
El mundo árabe contempló, estupefacto y admirado, aquella conmoción, aunque un poco escéptico en lo tocante a la prueba de fuerza que habría de producirse inevitablemente con otros adversarios mas temibles: las grandes Compañías. ¿Cuando se romperá la cabeza el joven Gadafi contra aquel bloque? Y asi estuvo a punto de ocurrir.
Efectivamente, no queriendo frenar un instante el ritmo de los acontecimientos, Gadafi le confió a Jalud que iba a anunciar la nacionalización inmediata de todas la empresas petroleras instaladas en Libia. Jalud calculó el peligro y tuvo la osadía de oponerse al joven Bonaparte del desierto. Lo hizo largamente, con palabras precisas, explicándole todo lo que había aprendido, en las recepciones y en los banquetes, sobre la naturaleza del poder económico moderno y sus diferencias esenciales con el falso poderío militar. Gadafi no se enfadó, escuchó, queria aprender. Jalud le dijo: "Si nacionalizas las compañías, te expones a perderlo todo, a un boicot que nos paralizaría, ya que todas las compañías actúan solidariamente. Te expones al cierre de los pozos, al paro de las instalaciones de bombeo y de transporte, al corte de las redes comerciales y de distribución y no tenemos a un técnico capáz de echar mano. Te expones a la ruina. Es lo que ellos esperan". Gadafi le dice: "Entonces, ¿que propones?". Jalud responde "No te apoderes de las compañías, de nada te servirá, solo tendrías unas construcciones vacías y unos pozos inutilizables. Tu quieres su dinero. Todo empezó por aqui, cuando ellos decidieron sin consulta, rebajar el precio fijado, ya irrisorio, del barril de petróleo. Tu misión es doblegarles en ese punto crucial, después todo vendrá solo...". Gadafi responde rápidamente: "Entonces, lo anunciamos". Jalud replica: "¡Ni pensarlo! Si atacas al conjunto de las compañias instaladas en Libia, la respuesta será una negativa inmediata y solidaria. Tienen medios para prescindir del petróleo libio por mucho tiempo. Debes atacar a una sola, conseguir que firme, aunque sea ella sola, un nuevo contrato elevando el precio, por ejemplo en cincuenta centavos el barril. Sería suficiente, un gran triunfo".
El plan es aprobado, Gadafi, Jalud y algunos consejeros analizan la lista de compañías que trabajan en Libia. Una de ellas tiene, como único campo petrolífero en el Oriente Medio, una concesión discutida, vulnerable en Libia. Es la "Occidental Petroleum Company", la compañía de Armand Hammer. El representante de la Oxy recibe el ultimátum dirigido a su patrón: ó acepta los términos de un nuevo contrato y el aumento en cincuenta céntimos en el precio del barril ó Libia cerrará sus instalaciones sin tocar a las otras compañías. Hammer, el tigre que, cincuenta años atrás había seducido a Lenin proporcionándole medicamentos y comestibles a su pueblo cercado y que luego había hecho fortuna en la Unión Soviética antes de incursionar en el negocio petrolero, se encuentra como un rehén aislado. Nadie se compadece de él. Es detestado por sus colegas, a los que no se priva de despreciar abiertamente. Su aislamiento lo condena, pero como nada tiene de ingenuo, sabía que esto iba a ocurrir. Tarda poco en comprenderlo. Y firma. Ya sabrá sacar provecho de ello.
En un plazo de quince días, los demás explotadores "independientes" en Libia, fulminados por la capitulación del tigre, firmarán a su vez. Y antes de que pase un mes, se inclinan las grande compañías.
El 14 de Septiembre de 1970, un país árabe impuso de este modo, por primera vez, el aumento del precio a todo el sistema petrolero del mundo occidental. Despues de diez años de inmovilidad, quedaba abierto de par en par, el camino para la OPEP.
(Resumen propio del libro de Jean-Jacques Servan-Schreiner, "El Desafio Mundial")

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